La infancia es una etapa de cambios y adaptaciones constantes que marcarán en gran medida el futuro del niño una vez entrado en la adultez. Por ello, es indispensable comprender cuáles son los problemas psicológicos más frecuentes durante la infancia temprana para poder así detectarlos y actuar en consecuencia.
Si observas que tu hijo o hija presenta alguno de estos problemas de forma sostenida en el tiempo y a pesar de intentar ponerle solución, no cambia la situación, desde el centro de psicólogos Psiconar recomendable pedir ayuda profesional para evitar un empeoramiento o cronificación.
A continuación podrás descubrir un listado de problemas emocionales y conductuales que son altamente frecuentes en niños. No debes alarmarte, ya que muchos de ellos son fruto de características y circunstancias habituales a las que se expone el niño durante su desarrollo que suelen tener fácil solución si se detecta a tiempo.
El control de esfínteres puede ser todo un hito para el niño y sus cuidadores. Marca una etapa clara en el desarrollo, la independencia y la madurez de cualquier infante.
Así pues, los padres suelen estar muy atentos y el niño capta esta importancia de forma clara (haciendo que para él también sea importante). Pero esto, puede generar tanto un refuerzo para su autoestima (si va bien), como una herida profunda (si tiene dificultades y la situación se agrava de forma significativa).
De hecho, sobre todo en los niños que tienen problemas para controlar sus esfínteres durante el día, pueden experimentar altos niveles de ansiedad y vergüenza ante ello (por la reacción de sus iguales y de las figuras de apego).
Existen psicólogos capacitados para trabajar concretamente este tipo de problemas.
Dentro de los problemas de conducta los más habituales son aquellos problemas relacionados con no seguir cierto tipo de normas preestablecidas. Antes de nada, de hecho, debemos asegurarnos de que el niño recuerda las normas y entiende aunque sea de forma sencilla, la importancia y las consecuencias no de acatarla (aquí obviamente hablamos de niños algo más mayores).
Por regla general, cuando son aún muy pequeños, las “normas” de comportamiento son adquiridas por el niño mediante las reacciones que percibe de otras personas (sobre todo si son significativas para él). Así que deberemos cuidar muy bien este aspecto para mejorar la situación.
Es importante en especial poner solución a este tipo de conflictos ya que en caso negativo, pueden aumentar en gravedad conforme el niño se haga mayor y tenga acceso o capacidad de romper normas más importantes.
Podríamos señalar la actitud oposicionista como un nivel más del anterior punto. Esto se debe a que la actitud oposicionista no consiste solamente en que el niño se salta las normas, probablemente, porque al hacerlo obtiene alguna recompensa inmediata (como puede ser, comer más dulces de los que debería); sino que el placer en sí mismo emana de llevar la contraria a los demás. En especial, a las figuras de autoridad (familiares y maestros); aunque puede generalizarse a todo el mundo.
El origen de esta actitud suele ser cierto resentimiento o enfado acumulado por situaciones vividas con otras personas (normalmente las figuras de apego). La sensación de injusticia o de no haber sido tenido en cuenta genera conductas de rechazo hacia las propuestas e intenciones de los demás de forma generalizada.
Igual que a los adultos, las circunstancias del día a día, como por ejemplo el estrés, afectan de forma directa sobre los patrones de sueño y la capacidad tanto de conciliar el sueño como de mantenerlo.
En los niños, por muy pequeños que sean, ocurre lo mismo. Pero además hay un agravante, y es que las capacidades del niño para autoregularse son más escasas a los pocos años de nacer, por eso es importante descubrir qué puede estar alterando la tranquilidad del niño para comprender los problemas de sueño. Habiendo siempre descartado posibles problemas médicos y fisiológicos.
La relación que establecemos con la comida desde pequeños marca una gran diferencia a lo largo de la vida. La alimentación es uno de los pilares fundamentales de la salud de cualquier ser vivo, y el ser humano no es una excepción.
Sin embargo, en el caso de los humanos, la relación que establecemos con la comida, así como los patrones alimentarios que adquirimos, cuentan también con un componente emocional y cultural muy fuerte. No solamente comemos para nutrirnos, sino también para socializar, sentirnos integrados, aliviar nuestro malestar (asociación que debemos intentar evitar), estar en familia e incluso comunicarnos con otros (regalando unos bombones para decir “te quiero”).
Es por esto que practicar una alimentación centrada en los valores nutricionales (sin obsesionarse) evitando usar la comida como premio o castigo (simplemente mostrarla como lo que es: algo que debemos ingerir para estar bien), será el primer paso para evitar patrones desadaptativos.
En Psiconar te ayudamos a recuperar tu bienestar psicológico en adultos. Especialistas en terapias de adultos, psicooncología y psicología perinatal.
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