La capacidad de preocuparse por acontecimientos inciertos, futuros o conocidos es una de las características más significativas de los seres humanos. Nos permite anticipar, prepararnos para los contratiempos y avanzar en nuestras vidas.
El problema aparece cuando este patrón de preocupación persiste en el tiempo y empieza a generalizarse a distintas y variadas áreas de nuestras vidas (amigos, pareja, familia, trabajo, ocio, etc).
En este artículo de Psiconar vamos a contestar preguntas importantes como: por qué me preocupo por todo? ¿Es un trastorno de ansiedad generalizada lo que sufro? ¿Cómo puedo dejar de preocuparme por todo? ¿Tiene solución la ansiedad generalizada?
Preocuparse no sería un problema (o no sería desagradable) si no se trasladase a nivel emocional y fisiológico en una serie de reacciones desagradables. Es esta preocupación, normalmente en forma de pensamientos, la que se convierte en ansiedad con todo lo que conlleva: taquicardia, insomnio, sudores, miedo, problemas de concentración, irritabilidad, menor paciencia, etc.
Si esta ansiedad cumple ciertos requisitos, podríamos estar hablando de un trastorno de ansiedad generalizada, donde la sensación global es la de preocuparse por todo:
Si cumples muchos de estos síntomas es posible que estés sufriendo un trastorno de ansiedad generalizado (también conocido como TAG). Sin embargo solo un diagnóstico efectuado por un psicólogo cognitivo será válido para tal fin.
Para aprender a manejar la preocupación por todo, un paso muy importante será descubrir las creencias subjetivas que se tienen y que motivan a extender esa preocupación en distintos ámbitos de la vida.
No será lo mismo, una persona que se preocupa por todo porque considera que debe ser una excelente persona siempre y en cualquier lugar, que una persona que teme mucho el castigo que pueda recibir de terceras personas ante el error.
En el primer caso hipotético sería importante trabajar las autoexigencias que uno mismo se impone, y en el segundo caso, habrá que trabajar el miedo al castigo o al rechazo mediante ciertas técnicas.
Así pues, algunas ideas y mecanismos frecuentes que tienen las personas que se preocupan por todo son:
Aquí será interesante un trabajo personal sobre la pregunta de: ¿por qué prefiero centrarme en el futuro, en vez de en el presente?
La respuesta a esta pregunta será muy importante y nos orientará sobre el trabajo que deberemos hacer para aprender a dejar de preocuparse por todo.
Es la creencia o la sensación (a veces no es contenido verbal) de que si no se hacen las cosas de una forma determinada y con un alto grado de control, las cosas saldrán mal y habrán repercusiones serias.
Importante en estos casos trabajar personalmente los motivos por los cuales hemos “aprendido” que si no nos hacemos cargo de todo pueden pasar cosas muy malas. ¿Acaso no pueden pasar cosas malas incluso haciéndolo todo perfecto? ¿Qué porcentaje de todo lo que ocurre está en mis manos?
En muchas ocasiones también es frecuente que la ansiedad generalizada y la preocupación por todo venga de una sensación de hostilidad del mundo. Es decir, el mundo es un lugar peligroso o la gente quiere hacerme daño, y por lo tanto tengo que estar alerta (lo que explicaría fácilmente los altos niveles de ansiedad).
No podemos olvidar que deberemos manejar y aprender a interpretar las señales que sentimos como amenazantes y que en realidad no lo son (o no lo son tanto).
Se ha comprobado numerosas veces que las personas que confían en sus habilidades y capacidades tienden menos a preocuparse en el futuro porque sienten que si realmente acaban llegando situaciones de ese tipo, serán capaces de manejarlas.
Un ejemplo muy claro de este proceso se comprueba con los estudiantes. Aquellos que confían en sus capacidades de aprendizaje y de ejecución durante los exámenes, son más propensos a preocuparse menos por dichos exámenes (y también a procrastinar más el estudio). Así, durante los días previos a los exámenes suelen estar más relajados, preocupándose menos y viviendo más el presente.
Paralelamente, es un buen ejemplo también de cómo una pequeña dosis de preocupación puede ser útil si se traduce en acciones beneficiosas para nosotros (en este ejemplo del estudiante: estudiar para los exámenes en vez de procrastinar).
Un punto importante a tener en cuenta es saber si la exigencia (de haberla) que nos hace preocuparnos por todo para intentar hacer siempre las cosas bien y prepararnos para el futuro o evitar errores que puedan perjudicarnos, es aprender a discernir entre la exigencia externa y la interna.
Pregúntate: ¿si mis acciones no repercutiesen a nadie más que a mí y nadie supiese de los errores que cometo, mi grado de preocupación persistente disminuiría o permanecería igual?
Llegados a este punto y dependiendo de la respuesta a esta pregunta, deberemos trabajar aspectos muy distintos: la autoexigencia o la necesidad de contentar a los demás.
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